Un avaro, miedoso, se topó con un león de oro. Lleno de asombró balbuceó este monólogo:
– ¡Que portentosa ocasión! El miedo paraliza mi mente y desgarra mi corazón; sin embargo, la ansiedad de riqueza doblega mi pobre alma. ¿Qué poderes celestiales crearon esta maravillosa obra? ¡Cómo deseo el oro, más la vista de esta criatura me aterra! La codicia me empuja a tomarlo y mi débil carácter me impide hacerlo.
Y continuaba:
– ¡Oh, designio que no da goce, pues ofreces e impides tocarlo, produciéndome espantoso tormento! ¿Qué haré para que lleguen a mis manos?
Mientras así cavilaba, unos ladrones tomaron el león, dejando al avaro con las palabras y sin el oro.
"Ocasión desaprovechada, necedad probada".
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